Louise caminó perdida largo tiempo. Se encontraba en medio de la nada, no había norte, no había sur, ni este ni oeste. Nada de aquello existía. Solo ella en medio de nada. Nada, eso era su vida.
Sin embargo jamás perdió la sonrisa, ni la mirada profunda que siempre la había caracterizado. Pero en medio de ese camino sí había perdido algo: su corazón.
No sabía por qué. No tenía motivos. Hasta que se dio cuenta que lo había regalado, ya no le pertenecía a ella. Y se maldijo, porque el nuevo dueño había dejado que se marchitara, su corazón, su sonrisa, su mirada.
Siguió caminando y se topó con el rompe corazones. Lo miró, lo señaló, lo acusó. Pero después de todo, Louise entendió que ella misma había roto su corazón. Que aquello solo era su culpa.
Quiso perdonar. Quiso seguir caminando.
Aunque no hubiese a dónde ir.
2 comentarios:
Triste realidad. Me encantó :)
Lindisimo!
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