LA RUTINA Giro con cuidado la llave, el click que se oye una vez abierta me impulsa a empujar la puerta. La cierro con delicadeza y me apoyo en ella. Suspiro, la misma rutina de siempre, levantarme, desayunar, ir al trabajo, llegar del trabajo...siempre igual. El televisor a medio volumen llena el pequeño salón, ese maldito programa que siempre se reproduce a la misma hora, con la misma gente hablando de lo que es la vida y ni tan solo se hacen una idea. Las revistas medio abiertas encima de la pequeña mesita de café, Vanessa acurrucada en una esquina del largo sofá, con sus pequeños bracitos sujetando un extraño osito marrón. Su respiración relajada se mezcla con el sonido bajo del televisor y los murmullos de la gente hablando en un balcón o los niños jugando en la calle. Cierro los ojos, y siento la suave brisa que entra por la puerta semi abierta del balcón, delicada como una caricia. Entonces se oye como una puerta se abre. Abro los ojos despacio, y ahi esta él, con un gracioso delantal, manchado de harina de la cabeza a los pies. Sonríe desde el marco de la puerta de la cocina, se acerca a mi, me abraza y deposita un dulce beso en mi nariz. Me pongo a pensar que quizás la rutina no es tan mala. Lo veo ahí tan perfecto, jugueteando como un niño pequeño en la cocina. Y veo porque lo amo tanto. Él me quiere como soy, con todo su ser. No entiendo porque la gente se cansa de la rutina. No saben ver que a veces por más irritante que sea es tan hermosa a la vez. Lo miro a él y me miro a mí, se nos nota lo cansados que estamos de esta rutina, pero cuando nos tenemos el uno al otro ya nada importa. Miro hacia Nessie, y veo como lentamente va desperezandose, es tan chiquita y tan hermosa a la vez. Se levanta, me sonríe y sale disparada para la cocina, se engancha a las piernas de Luca. Él mira hacia abajo y al ver a la pequeña agarrada de sus piernas, la coje y la abraza, le muestra las pequeñas galletas que está haciendo. Sigo observandolos, como ríen a carcajadas, su risa retumba por todo el hogar y se les nota tan felices, y vuelvo a pensar porque la gente no se da cuenta que la rutina puede ser algo maravilloso. Él se queda observandome y sonríe dulcemente, con delicadeza deja a la pequeña en el suelo. Ella se dirige directamente a mi, extiende el brazo y me ofrece la galleta a medio comer que lleva en la mano. Me arrodillo ante ella, sonrio con ternura, cogo la galleta y acaricio con suavidad su cabello oscuro. La pequeña da un gracioso gritito y se arroja a mis brazos. Me enderezco y miro hacia él, verlo sonreir con esa característica sonrisa que siempre tiene al vernos a las dos juntas, como si fuesemos lo más preciado en su vida. Y vuelvo a preguntarme una milésima vez mas. ¿Por qué la gente se cansa de su rutina? Como una sabia amiga dijo una vez, la rutina a veces puede ser hermosa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ME MUERO, EL OTRO DÍA ENCONTRÉ EL DOC.
TE AMO CHIQUITA