NO HAY QUE GUARDARSE NADA

Si a veces todo se trata tan solo de vivir ¿Por qué somos tan complicados? ¿Por qué nos cuesta tanto simplemente vivir?

Nunca vamos a lograr hacernos la idea de que el “amor a primera vista” existe. Pero ¿por qué no fantasear un poco y levantarnos un día y pensar que talvez nos crucemos con ese amor en la panadería o verdulería?

Yo creo que vivir es dejarse llevar. No despegar los pies de la tierra, pero si dejarse llevar. Aunque sea no se, poder disfrutar la cena con la pequeña familia que empezaste a formar, disfrutar una noche de amor con quien crees, puede llegar a ser el amor de tu vida. No dejar de reírte porque a tu sobrinito se le cayó el vaso de vidrio en el restaurante de ese pueblito al que van siempre en batallón a comer, porque heredaste de papá el amor a los pueblitos chiquitos y sus comidas, museos, locales donde venden antigüedades, y por sobre todo porque te enamoraste de las vueltas a caballo a eso de las 17.00 de la tarde en otoño, cuando ya están por jugar el juego de la tasa, cada cual para su casa.

Al ser humano, lo que más le cuesta es disfrutar. Le cuesta levantarse un día y querer quedarse acostado disfrutando de tener a la mujer (en este caso hombre) durmiendo pacíficamente a su lado. Después de unos tantos años de casados (espero que no me suceda) el hombre prefiere levantarse a las 6.30 de la mañana, ponerse traje y zapatos e ir a trabajar.

A mi realmente me encantaría estar en el lugar de tantas personas que no disfrutan lo que tienen. De chiquita aprendí que hay que valorar todo. Cada desayuno, cada almuerzo en familia, cada cena. Hay que tratar de grabarse en la memoria cada charla profunda con un amigo, cada clase de historia, geografía, matemática, filosofía y todas esas cosas que vos de chico le preguntas al profe “¿Para qué me va a servir esto cuando sea grande?”. Porque realmente, no sabes si mañana te vas a levantar. O talvez te levantas, pero no te acordas de lo que paso ayer o para que te levantaste hoy. No sabes si vas a ir al médico y hoy va a decirte que tenes una enfermedad terminal. Y justo ahí comienzan las preguntas sin respuestas. “¿Por qué no disfrute a mi mujer? ¿Por qué no fui a tal y tal lugar de vacaciones?” y preferís matarte antes de que esa enfermedad termine con vos, o cualquier otra cosa.

Por eso digo, y estoy agradecida de haber aprendido, que hay que VIVIR con todas las letras. Darse cada gusto que tengamos al alcance de las manos. Recordar cada olor (no cualquiera), cada beso (no a cualquiera), cada abrazo, (no de cualquiera), cada caricia (no en cualquier lugar), cada espacio (no siempre el mismo).

Entonces ahí te das cuenta que vas a llamar a todos para ir el domingo que viene en batallón a comer a ese pueblito que tantos recuerdos te trae. Donde por primera vez te subiste a un caballo, donde sacaste tu primera foto artística porque hace casi un año que haces fotografía, donde aprendiste lo que era un artesano. Donde descubriste que la esencia de lo que somos, se basa principalmente en el simple hecho de si somos o no capaces de disfrutar la vida.

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