Aquel botón que no debió haber pulsado. Aquel consejo torpemente desoído. Aquel espacio era un espacio privado. Pero no tuvo ni tendrá la sangre fría, ni la mente clara y calculadora. Que aun creyendo saber en lo que se metía abrió una tarde aquella caja de Pandora. Y la obsesión desencripta en lo críptico, viola lo mágico, vence a la maquina. Y tarde o temprano nada es secreto en los vericuetos de la informática… Hecho a mordiscos en un lapso clandestino tragando aquel dolor que se le atragantaba, sintiendo claramente el riesgo, el desatino de la pendiente aquella en la que se deslizaba. Y en tres semanas que parecieron años perdió las ganas de dormir y cinco kilos. Y en flashback de celos aun siguen llegando las frases que nunca debió haber leído. En esa espiral la lógica duerme. Lo atávico al fin sale del reposo y no hay contraseña, prudencia ni pin que aguante el embate de un craquer celoso. Y la obsesión desencripta en lo críptico, viola lo mágico, vence a la maquina. Y tarde o temprano nada es secreto en los vericuetos de la informática.
Y tarde o temprano nada es secreto. NADA es secreto.

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