Dos cargas opuestas buscando lo mismo -deseo-

Yo soy, tan sólo uno de los dos polos; de esta historia, la mitad.
Vos y tu amor. Vos y tus soles, tus lunas. Vos que siempre me cantabas enamorada de la vida, aunque a veces duela al compás de Jorgito Drexler. Vos que amabas a todo el mundo. Que nunca te dejaste vencer y que en muchas ocasiones, le caías mal a la mayoría de la gente, porque no te conocían bien, obviamente. Vos y tu forma de pensar, opuesta a la de todos. Vos que no creías –ni querías creer, mucho menos caer- en la monotonía. ¿Qué ironía la vida no? Yo había caído en la maldita costumbre de, por las mañanas, leer el diario y morder una tostada. Vos que todas las mañanas hacías algo diferente. Vos que estudiaste psicología y yo que siempre te cargué porque estabas más loca que todos. Vos que tenías la forma de escribir más rara del universo. Vos y yo.
Apenas medio elenco estable; una de las dos variables en esta polaridad:
Porque nos conocimos el algún café de esos que tienen siempre los mismos clientes. Porque yo estaba de zapatos y vos venías con sandalias planas. Zapato que en unas horas buscaré bajo tu cama con las luces de la aurora junto a tus sandalias planas que compraste aquella vez en Salvador de Bahía donde a otro diste el amor, que hoy yo, te devolvería, te canté irónicamente cuando me preguntaste ¿Qué haces de zapatos? Y lo cierto es que cumplí, porque horas después busqué mis zapatos bajo tu cama. Porque supe que habías dejado corazones rotos a lo largo y a lo ancho del mundo –y fue la primera vez que le tuve miedo a una mujer- porque con apenas veintitrés años conocías: Francia, Grecia, Italia, Cuba, Venezuela y en el mapa que colgaba en una de las paredes de tu departamento había más países marcados pero preferí dejar de mirar para sentarme a tu lado y compartir ese DVD de Jorge Drexler –conocí tu debilidad por él desde el principio- que habíamos comprado en Uruguay, y si él hubiera estado con nosotros ese día, nos habría cantado Un país con el nombre de un río.
más y menos, y en el otro extremo de esa línea, estás tú: mi tormento, mi fabuloso complemento, mi fuente de salud.
Porque un año después compartíamos cama. Y seguías siendo tan liberal y a la misma vez mi prisionera. -Somos cómplices los dos, al menos se que huyo porque amo –te canté esa vez en el aeropuerto antes de subir a un avión con destino a ¿Colombia? Y yo amaba –y vos odiabas que yo lo amara- verte salir desnuda de la cama con ese tatuaje que dibujaba toda tu espalda, esa rama con seis flores de cerezo que le regalaste a tu papá –una verdadera ironía regalar un tatuaje, pero eras vos-. Seis flores que tenían nombre: Adriana, Jorge, Isabel, Nair, Germán y Amir. Y tres años después dos flores más, que también, tenían nombre. Y nunca voy a poder explicar lo que sentí cuando te vi entrar con tus sandalias planas, tu morral –de Marruecos, aunque siempre dijeras que no importaba el lugar- y tus increíbles facciones de turca, que heredaste del turco, de tu viejo. Esos ojos negros –que hablaban solos- y tu piel ni negra ni blanca.
Igual que hace millones de siglos en un microscópico mundo distante, se unieron dos células cualquiera… Instinto, dos seres distintos amándose por vez primera.
Y amé verte reír –como me gusta verte reír, diría un cantante- y mirarte al espejo y tocarte la panza diciendo que de ahí iba a salir un marmolazo. Porque vos, mi Lali, eras la madre de esa chiquita que, juntos, habíamos invitado a este lugar absurdo, difícil y hermoso. Y ahora moríamos los dos al ver a esa turquita –como vos la llamabas- de ojos verdes dormir como un ángel. Y yo te amé –y te amo- porque me ensañaste a vivir como si mañana no existiera. Porque gracias a vos ya no caigo en la monotonía. Gracias a vos: hago algo diferente todas las mañanas. Porque como supiste escribirme aquella vez en una carta: Nadie, absolutamente nadie, dice que la vida es fácil. Porque fácil seria vivir encerrado, aislado de todos y de todas. ¡Y si! Te vas a caer, a golpear, te van a doler las muelas, las mujeres, los olvidos. Pero vas a ver que rico el mar, los besos, los amigos. Diría Iván Noble. La vida si que es un lío, basta solo aprender a vivirla, a disfrutarla.
Deseo mire donde mire, te veo mire donde mire, te veo mire donde mire, te veo… Dulce magnetismo: dos cargas opuestas buscando lo mismo.

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