HOY

temprano hice un viajecito a la ciudad vecina con mi papá. Fuimos a llevarle libros a mi mamá a la biblioteca. Después de un rato largo -no tanto- por la ruta, llegamos a una sociedad de fomento, creo que era. Me dí cuenta que mi mamá tiene un don, para los libros, para ayudar. Porque no cualquiera va a esos barrios a llevar y organizar libros. después, volviendo, mi papá me llevo por toda la parte baja de la ciudad, y vi una de las fábricas que más contamina. Y me dijo: -Mira, esa es la planta de refinamiento. y fue triste ver -y sentir- el humo, el mal olor y la contaminación (ver nota). Y me di cuenta que es triste lo que estamos haciendo. Como sociedad y como humanidad. Porque cuando terminemos de destruir todo -como si esa fuera nuestra misión- nos vamos a empezar a arrepentir. Porque cuando eso pase, no van a importar ni los ricos ni los pobres. Nadie se va a salvar de esto que todos nosotros estamos haciendo. Después se burlan de los que juntan tapitas, de los que realmente quieren hacer cosas porque saben que se puede cambiar. Pero ¿estamos a tiempo? Bah, ¿queda tiempo? Porque así, a paso lento, nos estamos muriendo. Con cada gotita de líquidos raros que se tiran a los ríos, con cada humito que largan las fábricas. Tengo miedo del mundo que viene. Al que viene y al de hoy. Tengo miedo del mundo que le voy a dejar a mis hijos, a mis nietos. Porque hoy nadie ve lo lindo del mar, del río, del pasto verde, del sol, de las nubes, de los animales. Yo creo que no ver lo lindo de lo cotidiano es una enfermedad, peor que cualquier otra. Una persona que sale al patio de su casa y no ve lo lindo de las flores o del perrito que viene corriendo desde la otra punta vive en blanco y negro, y va a morir en blanco y negro. Por eso yo estoy agradecida de poder ver lo lindo de todo y de todos. Cosa que a muchísimas personas hoy en día les cuesta.
Disparo contra el sol con la fuerza del ocaso, mi ametralladora está llena de magia, pero soy solo uno más. Cansada de correr en la dirección contraria, sin podio de llegada y mi amor, me corta la cara, porque soy sólo uno más. Pero si pensás que estoy derrotada, quiero que sepas que me la sigo jugando, porque el tiempo, el tiempo no para.

1 comentario:

Lágrima dijo...

genial esta entrada. coincido con vos, y junto tapitas, porque, a pesar de que tengo miedo -como vos- del mundo que se viene, todavía tengo una mínima esperanza de que las cosas se pueden cambiar y todo puede ser mejor.
un beso, me encanta tu blog :)