Louise entró hecha una furia a su pequeño departamento. Otra vez se repetía la historia, y ella no quería saber más nada. Se encontraba tan cansada... y en su cabeza merodeaba ese pensamiento de que el mundo no es tan malo... pero siempre está tan lleno. Louise se sentó frente al enorme ventanal y cuando no veía más que terrazas, pudo divisar una cabeza y una mano que la saludaban a lo lejos. ¡Y claro! Lo había olvidado, él estaba ahí como cada jueves al atardecer: con dos tazas repletas de té y un jarrón lleno de jazmines. Enormes jazmines. Bajó a toda velocidad la escalera y cruzó la calle ciegamente. La entrada estaba abierta, como siempre, como cada día que pasaba. Subió las escaleras a toda velocidad y cuando salió a la terraza el sol la encegueció unos instantes, y cuando pudo volver a abrir los ojos, él estaba parada justo enfrente de ella.
2 comentarios:
¡Que lindo! a cualquiera le encantaría ir a ese encuentro, té y jazmines. (yo iba encantada)
hoy encontré aquello que me ayudaste a escribir de "rutina" haciendo limpieza en el cuarto :)
tus abrazos SIEMPRE me llegan y a pesar del destiempo y todo lo demás yo también te quiero como desde el primer día y ese hecho no lo cambia nadie ni nada.
qué bonito tener alguien que todos los jueves se te aparezca con té y jazmines, hermoso texto!
Publicar un comentario