caer hacia el destino,


Uno de los placeres de mi vida es poder sentir el pasto con las plantas de mis pies, es una sensación que no cambiaría por nada en el mundo.
También me gusta mucho caminar, es algo que disfruto. Dar un paso a la vez, caminar sincronizada con algo que es mucho más fuerte que cualquier cosa –tal vez sea mi corazón-.
Me gusta sentir el aire en la cara, la melodía entrando por mis oídos y la forma en la que mis dedos chocan contra la parte alta de mis piernas cuando disfruto mucho una canción.
Me gusta el color en el que veo todo cuando me pongo mis anteojos, que son imitación, pero que no por eso dejan de ser lindos.
Me gusta sentarme en el patio de mi casa y mirar la pérgola que mi viejo construyó, con esa enredadera que tiene flores rojas, que poco a poco va creciendo.
Me gustan las hamacas de plaza que papá alguna vez compró cuando los cuatro éramos un poco más chicos. Me gusta cómo se mueven cuando hay un poco de viento.
Me gusta ver a Greta durmiendo la siesta sobre la mesa de la pérgola y me gusta como los ojos de Morella –uno celeste y otro marrón- me miran necesitando un poco de mis caricias.
Me gusta escuchar cómo mi hermana abre las puertas cuando llega de Luján, juro que lo hace como ninguna otra persona.
Me gusta el sonido del beso en el cachete que mi viejo le da a mi vieja cuando están en la cocina y ella se ofende por algo.
Me gusta el sonido de los cubiertos contra el plato después de alguna comida.
Me gustan las migas de pan que se alborotan sobre el mantel, los domingos, al lado de la copa de vino que toma papá.
Me gusta el sonido del teclado cuando mis dedos se vuelven locos haciendo lo que más placer me ha dado en mi corta vida: escribir.
Me gusta el sonido de una buena película y me gusta también saber que hay alguien que me quiere. Me gusta el color que toman las hojas de los libros con el tiempo, y el olor también.
Me gusta juntar mis muñecas y ver mi tatuaje que suena como libertad.
Me gusta cómo mis manos, mi mirada y mi mente se complementan con la cámara de fotos.
Me gusta(ba) cómo mis dedos y mi boca quedaban en perfecta simetría con un cigarrillo.
Me gusta callarme y escuchar las voces y las risas de mis amigos.
Me gusta saber que estoy creciendo y que tengo la posibilidad de ser quien yo quiera.

Aprendí que quererme y respetarme es fundamental para poder estar en paz conmigo misma.
Aprendí que los mejores momentos de la vida se van, sí, pasan. Pero que pueden quedar impregnados en mi mente para el resto de mi vida.
Aprendí que crecer no es tan malo como lo veía.

Hace dieciséis años que mi moneda está girando en el aire… y que sea lo que sea.

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