¡QUÉ DÍA!

-¿En qué pensas?

-Nada… cosas, como cuando algún recuerdo se te viene a la cabeza pero no tenés idea desde donde vino. ¿Te pasa?

-Todo el tiempo, ¡JELOU! Soy tu otro yo.

-Y bueno, que se yo… puede pasar que yo si y vos no, o que yo no y vos si.

-¿Qué te pasa?

-Estoy cansada, nada más. Me voy… chau.

Miles de recuerdos te pasaron hoy por la cabeza pero como dijiste, no tenés idea desde donde vinieron, mucho menos adonde fueron. Que raro. Porque si bien archivas muchísimos recuerdos, eso de no saber de donde vienen no te pasa muy seguido y sentís algo verdaderamente feo cuando pasa.

Te levantaste a las 10.00 de la mañana a hacer ¿nada? Tu hermanito te puteo de pe a pa por como sonaba tu celular. La noche anterior calculaste levantarte a esa hora porque (repostera en potencia) ibas a cocinar, pero te llevaste grata sorpresa cuando al levantarte mamá estaba sentada en la compu escribiendo y sabias que tenía para rato ahí sentada, así que pospusiste la preparación. Cuando saliste del baño te diste cuenta que no había marcha atrás porque tu abuela motorizada ya había subido la persiana (no es americana) hasta el tope, y ni daba volver acostarte.

Viste que no había nadie mirando tele (milagro) y la prendiste. Te enojaste porque tarda en prender (mucho) y te preguntaste como seria tu estado si eso sucediera cuando esta empezando Casi Ángeles. Y… que se yo ¿rompo todo?

¡POR FIN LA TELEVISIÓN SE PRENDIO! Miraste la hora y todavía faltaba para las ¿11.00? (querías mirar tu serie “loca”) y te colgaste en Sony mirando ¿Charmed? y pensando “que brujas grosas”. Cada diez minutos tu hermano (que se había despertado por la maldita alarma) te pedía que pusieras en el ¿17? para ver como iba el partido de tenis que era doble y a la media hora ¡lástima! Argentina perdió (yyyy… como para no perder la costumbre).

Tu vieja hizo de comer milanesas de pollo y papa y huevo (la papa parecía puré pero estaba rica) y siguió nomás en la computadora. Le pediste que te dejara anotar la receta porque ibas a empezar a cocinar. Todo re bonito, la masa te quedo genial y leíste que tenía que reposar 40 minutos en la heladera, envolviste el plato en un repasador y la metiste nomás. ¡Qué cocinera estilo Narda Lepes (¿tu súper amiga?) te sentías! Después empezaste hacer el relleno, todo re bien pero la porquería no se espesaba y casi te largas a llorar porque no soportas que te salgan mal las cosas (sos Abdala diría tu hermana). Pasaron 40 minutos (mamá sigue batiendo la cosa esa) estiras la masa toda re bonita, ¡PAC! al molde. Le preguntas a mamá si hay que pincharla (vos estas convencida de que si) y te dice que no. Okay, al horno 15 minutos.

Teléfono, atiende Amir (más de las tres de la tarde y el en pijamas) y te dice que te llaman, no sabes quien porque el señorito no pregunta. Te están invitando y decís: UYY no se si puedo porque estoy cocinando. Y te reís y se ríe porque hasta hace poco según una AMIGA eras la HUEQUITA de la cocina que no sabía ni prender una hornalla. Contestas que si no se hace muy tarde vas. Listo, un besito. Seguís mezclando la porquería esa que ¡empezó a espesar! Oh yeah baby. Y larga una baranda a limón tremenda. Y claro, estas haciendo LEMON PIE. Abrís el hermoso horno (tiene menos de hermoso) y ves que la masa se inflo toda, le gritas a tu vieja que (¡SIGUE EN LA COMPUTADORA!) que es culpa de ella porque te dijo que no había que pincharla. Por suerte no paso nada, la pinchas y se vuelve al lugar. La cosa esa que se hace llamar relleno: ¡TE QUEDO ESPECTACULAR! Y lo llevas a un baño de María inverso (más Narda Lepes te sentís porque tu vieja no sabia lo que era) y lo dejas ahí quien sabe por cuanto tiempo. Le mandas un mensajito a quien hace más o menos una hora te había llamado, preguntándole quienes estaban. 1 mensaje recibido. Desbloquear. Leer. “Sol, Tati, Buda, te vamos a buscar si querés”. Decís que si, que las esperas. Pones a hervir un almíbar (minutos más tarde este iba a quemarse e ibas arruinarle un cacharro y una cuchara a tu vieja y además a llenar la cocina de humo). Bueno, te reís porque… eh, no sabes porque te reís. Papá abre la puerta diciéndote que estaban las chicas en la puerta (¿Por qué no abrís genio? Preguntas para vos) salís embadurnada en harina totalmente, te reís y les decís: ustedes todas lindas y yo hecha un asco. Les abrís la reja, cerrás. Caminan por EL FAMOSO senderito. Abrís. Pasan. Cerrás. Seguís cocinando, estas haciendo el almíbar otra vez porque se te quemo, boluda. Y ahora las claras con el azúcar batidas a nieve (que rico). Y mamá te ayuda a echarle el almíbar.

Te cambias porque no pensas salir así como estas a ningún lado. Y se van las cinco a ¿pasear? por el supermercado. Que grosas, agarran un carro para unos paquetitos una gaseosa, ¡AH! Y los sacos. Le compras un paquete de Oreos bañadas a tu ¿súper amiga? (ajaja) porque viste, son así y vos tan buenita, tan ángelita (ejemm, menos de ángel tenés) que las consentís en todo. Se van del supermercado porque calculan que afuera ya debe estar cayendo helada (literalmente). Llegan a la casa de la señorita. Y en la esquina (Ö justo en la esquina) hay alguien esperándolas. Entran todas, nos lavamos las manos para prevenir cualquier tipo de acercamiento a LA GRIPE PORCINA (tipo noticia de crónica) y pasan todas al quincho (: Charlan animadamente durante ¿dos horas? Y LA POCHI SE HACE PRESENTE (mentira, apareció en el supermercado), la pochi no se calla ni un minuto. Y bueno. Cantan Arjona y se auto – deprimen (porque si boludas, no estábamos tan mal como para ponernos a cantar eso) y nada… empiezan a jugar al juego de la taza, cada cual para su casa (ea). La abu piola te paso a buscar. Llegas a tu casa. Mamá te reta porque creía que después del súper volvían para ahí y bueno nada. Abrís la heladera y ves que alguien le metió mano al lemon pie. Le preguntas a mamá y le echa la culpa a papá. Vas a la habitación y lo retas. Te bañas (pf, que baño que te diste), y se van a cenar, realmente no deberian, pero hace mucho que estamos encerrados. Volves. Te pones en la computadora, y como para no perder la costumbre: te tomas un té, porque sos grosa. Te terminas el tesito, y a todo esto son las 2:41 y pensas: qué día que tuve.

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