A veces cuando sentimos que estamos sumergidxs en una pileta sin fondo, en una especie de letargo en el que estamos dormidxs y no reaccionamos a nada, es necesario que aparezca alguien a salvarnos. Se hace de noche rápido y el día tarda tanto en llegar que a veces cree que va a quedar atrapada para siempre en esa noche eterna sin estrellas. El cielo naranja anticipa una tormenta y el viento golpea fuerte el vidrio de la ventana que hay sobre su cama. Afuera, en la ciudad, la gente vive los días con normalidad, a veces tanta que asusta. Los apuntes de la facultad descansan sobre la cama y en la computadora una playlist de blues infinita suena bajo. Tiene la mirada perdida entre los cuadros que decoran la pared y un papel sobre el que escribe cosas que solo para ella tienen sentido. Tiene la mirada cansada y el corazón le late despacio, demasiado lento. Son las ocho en punto de la noche pero en su cabeza el tiempo no pasa. Una lapicera azul da vueltas en su mano derecha, inquieta. Piensa, suspira, pestañea y susurra una canción. En un pedazo nuevo de papel escribe: podríamos elegir vivir sin vivir o vivir viviendo. podría decirte lo mucho que te necesito podría callarme podría salir a buscarte. o podría quedarme quieta como el velador amarillo que ilumina la esquina de la habitación que está vacía. podría quedarme quieta como el velador amarillo y ver la vida pasar y no vivir. el velador amarillo no sabe mucho de la vida. y yo tampoco.
La luz se apaga.
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